viernes, 21 de marzo de 2014

Generación del 14, élites intelectuales de ayer y de hoy

“España es el problema y Europa la solución”, reza una de las paredes de la muestra de la Biblioteca Nacional, Generación del 14.Ciencia y modernidad. La famosa cita de Ortega y Gasset resume la situación de la época y la propuesta inédita de estos intelectuales. Apostaron por la apertura de fronteras y la regeneración, en una época en la que la melancolía acechaba tras el delicado final de siglo y la pérdida de las colonias. Estamos muy acostumbrados a diferenciar las élites por materias, lo admirable de este grupo fue que no cercenaron sus ambiciones y, cada uno en su especialidad, supusieron la reubicación del país en el plano de los avances.

En las pequeñas tres salas de exposición se nos ofrece, sin embargo, un buen aperitivo de documentos para contextualizar. Las estancias se llenan de fotografías, cuadros, libros y manuscritos que reflejan las inquietudes de médicos como Gregorio Marañón o Pi i Sunyer, escritores como Ramón Gómez de la Serna y Juan Ramón Jiménez, filósofos como Eugenio d'Ors y políticos como Manuel Azaña. El punto de inflexión de todas estas disciplinas fue en el que se abogaba por europeizar los conocimientos y beber de genios como Albert Einstein, Marie Curie o Le Corbusier, entre otros. El nombre de este singular equipo de magníficos llegó directamente desde el otro lado del Atlántico, donde Lorenzo Luzuriaga se refirió a ellos como Generación del 14 por primera vez en una publicación de la revista argentina 'Realidad'. Desde La rebelión de las masas hasta el Telekino, pasando por La polichinela o la primera calculadora se pueden encontrar en  el edificio madrileño, que abre sus puertas a estos descubrimientos hasta el día 1 de junio.
"Europa es la solución"
La exposición homenajea ese sentimiento de ave fénix que sirvió a la España más casposa para sacudirse el polvo y pelear por un puesto digno en las artes y las ciencias. Todo gracias a una élite intelectual de las que ahora no existen. Las artes están sumidas en un sentimiento de protesta y de lucha comedida que no permite atacar al mismo nivel las agresivas estipulaciones del Gobierno. Además, vivimos en un mundo mucho más individualista en el que se agasaja a personalidades concretas y no tanto a estratos sociales. Esto provoca que no haya un sentimiento de cohesión global como el que unía a la Generación del 14, no hay trabajo en conjunto salvo en momentos concretos de necesidad. Por ejemplo las mareas, manifestaciones o jornadas realizadas para reivindicar derechos se quedan en un altavoz que propone en lugar de actuar con o sin los medios que les están denegando.

Hay tecnologías avanzadas y mentes brillantes que podrían conformar el tándem del cambio. Y en muchos aspectos se está consiguiendo, apostando por el progreso científico, apoyando al estudio de la vida artificial o estudiando para derrocar a los peligros médicos. Sin embargo, algo no está funcionando cuando estas élites reducidas no se imponen ante los recortes de una cúpula con prejuicios y prioridades que desdeñan lo social. La realidad debe pujar por la pluralidad que ayudó a tantas otras generaciones, dignas de estudio y de homenajes expositivos, a romper fronteras y acabar con las trabas ideológicas. Se debería aprovechar que nos encontramos en un mundo globalizado y con una censura moderada -porque la hay- que puede ser una baza ganadora en la carrera hacia la calidad. Hay que inculcar a la sociedad que los dirigentes no tienen la vara de medir para juzgar qué políticas evolutivas y educativas merecen menos atención económica o menos apoyo institucional. Quizá nos hace falta más de ese espíritu revolucionario al que apelaban los filósofos de hace un siglo.

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